Posverdad

Cruz Pérez Cuéllar quiere ir más allá del discurso y resolver uno de los problemas más delicados que dejó el desastre en el norponiente: la reubicación de las familias damnificadas. 

Su anuncio de recorrer este sábado las propiedades que el Municipio ha recuperado por adeudos del predial es, en el fondo, una jugada política interesante. Si logra utilizar esos espacios para darles un nuevo hogar a los afectados, no solo atendería un drama social, sino que le daría un sentido distinto al patrimonio municipal ocioso.

Pero nadie se engaña: reubicar a 30 familias no será tarea fácil. Habrá resistencia, porque para muchos dejar sus casas, aunque dañadas, es dejar atrás su historia, su comunidad, su vida. El reto no es solo legal o logístico, es profundamente humano.

El alcalde tiene frente a sí un doble desafío: por un lado, acelerar la maquinaria municipal para ofrecer opciones concretas; y por el otro, convencer a las familias de que el riesgo de quedarse supera cualquier apego al pasado. 

La verdadera prueba será si Cruz y su equipo logran pasar del papel a la acción, y con ello, marcar una diferencia en la manera en que Juárez gestiona sus crisis.
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César Omar Muñoz ha encontrado en el Equipo de Proyectos Especiales (EPE) no solo un brazo táctico de alto perfil para la Dirección de Seguridad Pública Municipal, sino también una poderosa narrativa política sobre modernización y profesionalismo en tiempos de incertidumbre.

La historia del EPE, con más de tres décadas en la corporación, es ahora presentada como un equivalente local de los SWAT estadounidenses, con tecnología de punta, entrenamiento especializado y un halo de élite que le viene bien al discurso de un secretario que busca consolidar su liderazgo en materia de seguridad. 

El Pueblo Táctico, la Casa Táctica y el robot “Pantera” parecen piezas de un guion pensado para mostrar músculo institucional.

Pero detrás del despliegue táctico está el verdadero desafío: lograr que esta capacidad extraordinaria permee en una ciudad que sigue enfrentando delitos de alto impacto y una percepción de inseguridad difícil de erradicar. Por más que el EPE brille, la ciudadanía no mide la seguridad en términos de robots o campos de tiro, sino en calles tranquilas y menos balaceras.

Muñoz ha convertido al EPE en símbolo de la nueva era de la DSPM. Ahora falta que esa imagen se traduzca en resultados visibles para los juarenses. Si lo logra, tendrá un punto sólido en su favor cuando se hable del legado de seguridad de la administración de Cruz Pérez Cuéllar