Posverdad

*Loya trae medalla de Dubái… pero falta aterrizarla en Chihuahua
*Albergues vacíos... pero ¿hasta cuando?
Por: Redacción 20 Mayo 2025 06 53
El secretario de Seguridad Pública del Estado, Gilberto Loya, regresó de Dubái con reconocimiento en mano y discurso globalizado. Nada mal para un funcionario estatal que tuvo su espacio en la Cumbre Mundial de Policía para hablar —en inglés y todo— sobre la Plataforma Centinela, ahora rebautizada en foros internacionales como “Sentiel Platform”.
¿La clave? Mencionar “inteligencia artificial”. Basta con ese par de palabras para abrir puertas en cualquier summit de alto perfil y eso Loya lo entendió a la perfección. Así, con toda solemnidad, presentó el C7-IA: el cerebro detrás del sistema de videovigilancia, arcos Centinela, reconocimiento facial y un sinfín de sensores que prometen convertir a Chihuahua en una entidad modelo en tecnología policial.
De la cumbre volvió con premio bajo el brazo: “Mejor implementación de inteligencia artificial en la Policía”. Un logro que sin duda suma puntos a la narrativa de modernización que promueve la administración de Maru Campos, y que posiciona a Chihuahua como pionero entre las policías estatales del país.
Pero una cosa es la narrativa internacional y otra, la realidad que enfrentan los chihuahuenses. Porque mientras Loya presume en Dubái, en la sierra, en Ciudad Juárez, en Cuauhtémoc o en Delicias siguen registrándose hechos de violencia que ni el mejor software puede predecir o contener… al menos por ahora.
La Plataforma Centinela es el buque insignia en materia de seguridad del Gobierno Estatal, pero también es una promesa aún en construcción. Se dice que faltan semanas para su operación total y que desde la torre de Juárez se coordinarán los catorce subcentros en todo el estado. Hasta aquí, todo bien.
Sin embargo, el verdadero reto no es que la inteligencia artificial reconozca rostros, placas o comportamientos anómalos. El verdadero reto será que la justicia se active cuando esos datos digan que algo anda mal, y que los policías —con o sin uniforme futurista— lleguen a tiempo.
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Cruz Pérez Cuéllar se sinceró: en Ciudad Juárez, los albergues están vacíos. Ni el Felipe Ángeles ni el Leona Vicario registran la presión que vimos hace apenas unos meses. La migración bajó y, en voz del presidente municipal, no hay alarmas encendidas.
El parte oficial es optimista, casi inédito en una frontera acostumbrada al sobresalto humanitario. Pero no hay que confundir silencio con solución. Porque lo que hay ahora en los albergues es una calma que se parece más a una pausa estratégica que a una respuesta estructural.
Y es que si bien el fenómeno migratorio ha cedido temporalmente, no lo ha hecho por decisiones locales o estrategias propias. Lo que se vive en Juárez está íntimamente ligado a los vaivenes de Washington, a las órdenes de Trump y al endurecimiento de la política migratoria en el sur de Estados Unidos, más que a una política integral de contención, regularización o atención humanitaria del lado mexicano.
Lo que sí debe reconocerse es la vigilancia continua del tema por parte del Municipio. Pérez Cuéllar no baja la guardia y sabe que la frontera puede cambiar de un día a otro. Las elecciones en EE.UU., el clima, los conflictos internos de Centroamérica o una nueva orden ejecutiva bastan para desatar otra ola migratoria.
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