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La esterilización voluntaria, condenada / Monseñor Dávila

“Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande. Es Raquel que llora a sus hijos y no quiere ser consolada, porque ya no existen”. Mt. 2 -18

Por: Redaccion 07 Septiembre 2017 12 44

La Tercera Guerra Mundial ya está aquí. En 1974 en la Conferencia de Población de Bucarest los Organismos Internacionales declaran LA GUERRA CONTRA LA POBLACIÓN. Objetivo: Reducir la población actual hasta 50%, exterminando en los siguientes años al mayor número de personas mediante el control de población y la planificación familiar.

Como decíamos en el anteriores escritos, las estrategias de tan perverso plan serían: aprobación del aborto y la anticoncepción, control mundial de las enfermedades y la sanidad, difusión del hambre y la pobreza, el favorecimiento de las guerras, control de los recursos naturales, fomento de la homosexualidad, control de los medios de comunicación y de la educación sexual en la escuela, ataque a la Iglesia Católica y los grupos que defiendan la vida, la educación y la familia.

La guerra de la población pasa por una serie de etapas que van desde 1789, año en que el inglés Thomas Malthus publica su "Ensayo sobre la población", en el que afirma que la población supone un peligro para el progreso y bienestar de la sociedad de la opulencia, hasta en 1994, año en que se produce la V Conferencia mundial del Cairo. Allí se promulgan los derechos reproductivos que permiten destruir vidas mediante el aborto, la anticoncepción y una vida sexual desordenada.

El aborto, la eutanasia y la esterilización y castración actual para no tener hijos son algunas de las consecuencias lógicas de la filosofía materialista inculcada en nuestras escuelas del Estado por décadas de enseñanza laicista y que gradualmente y en mucho de los casos ingenuamente ha sido puesta en práctica por una buena parte de los matrimonios.

Si el hombre no es más que un compuesto de elementos químicos, si la vida consiste únicamente de materia moldeada en forma más complicada, si el libre albedrío y el pensamiento no son más que oscilaciones de las moléculas del cerebro, si no hay alma, ni vida futura, ni Dios, entonces bien se puede comprender el ruin concepto que los materialistas tienen de la vida humana, y la razón de eliminar a cuantos hayan agotado su utilidad y energía.

Sin duda vivimos en una cultura de la muerte; y a ella debemos de contraponer una cultura de la vida. En anteriores escritos hemos mencionado los altos niveles de suicidios en los jóvenes, de la drogadicción, del aborto y la eutanasia y hemos visto también las causas de esos atentados que casi siempre tienen que ver con la mala formación familiar.

Otras causas son también, la enseñanza ateísta laicista, y también el continuo bombardeo de los medios de comunicación en relación de una programación saturada de crueldad y violencia y favoreciendo con esa programación sensual al nihilismo y al hedonismo en sus más vulgares manifestaciones.

Todo lo que va contra la vida, todo lo que viola la integridad de la persona humana, como la mutilaciones y esterilizaciones, las torturas, los esfuerzos por violentar lo íntimo del espíritu, la esclavitud, la prostitución, el mercado de las mujeres y jóvenes, todas estas cosas, a la vez que corrompen a la dignidad humana.

Estos delitos contra la vida justificados por la tan nombrada y trillada libertad individual enseñada, promocionada por la ideología de género y legislada por el laicismo ateísta imperante, y con esto, no sólo solo ha imperado la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad.

En cierto modo el siglo XX que acabamos de pasar y el siglo que estamos comenzando, serán considerados, los siglos de las amenazas contra la vida; de amenazas programadas de una manera dizque científica y sistemática. Estas décadas serán consideradas como una época de ataques sólidos contra la vida, de una serie interminable de guerras y una masacre permanente de vidas humanas inocentes.

En Kenia desde la década de los noventa es obligada por las multinacionales y por el Banco Mundial a imponer programas de control de los nacimientos, incluso en zonas donde la población está disminuyendo, y en las que lamentablemente sólo pueden acceder a los servicios de salud gratuitos quien posea un carnet que demuestre que ha aceptado esos programas.

En América Latina desde décadas a tras la situación también es dramática. En Brasil, en México y otros países se han aprovechado en el momento del parto para esterilizar, sin el consentimiento de miles de mujeres.

En Colombia y en México han causado sospechas unas campañas de vacunación contra el tétano reservada a las adolescentes de 12-13 años, que parece tener efectos secundarios de contracepción, y de hecho en Hermosillo Son., hubo en los finales de la década de los noventa un gran escándalo al respecto.

También ha habido una virulenta campaña de los medios de comunicación y de los centros educativos sobre el uso de preservativos y anticonceptivos, ignorando o no tomado en cuenta las drásticas consecuencias advertidas por especialistas en la materia, como es el caso de la Dra. Janet Smith, docente de la Universidad de Dallas Tex., la cual dice, ha causado una verdadera trasformación antropológica en la relación de la pareja y terminando en una amplia proporción la crisis de las familias.

Porque, se ha “reducido la relación íntima a la pura dimensión física, excluyendo toda forma de responsabilidad y destruyendo el profundo significado unitivo y espiritual de la entrega recíproca”.

La Dra. cita los resultados de una investigación realizada en su país que comprueba una impresionante correlación estadística entre la difusión de los preservativos y el aumento de divorcios. Una de las consecuencias es que en el año 2006 en E. U. el 32% de los niños vivían con uno solo de sus padres; y entre esos niños el nivel de delincuencia había tenido un aumento notorio.

Uno de los peligros que conlleva la anticoncepción y la esterilización tanto en el hombre como en la mujer son: En los hombres: aunque es una operación técnicamente muy sencilla y exenta de aparentes riesgos físicos, como es en la Vasectomía, pero aún así, no escapa a las consecuencias psíquicas que merecen seria atención, aunado a las morales.

A pesar de su aparente insignificancia, el alcance de la operación debe de estimarse en mucho. Es como si se eliminara al individuo de su “árbol genealógico”, y esto suele tener repercusiones psíquicas graves, sobre todo en personas de inestabilidad psíquica intrínseca (psicópatas).

En las mujeres: Un estudio publicado en el 2003, en la última edición de la revista médica Obstetricia y Ginecología, demostró que las mujeres que se han sometido a una esterilización por medio de la ligadura de trompas son 70 por ciento más propensas a ser diagnosticadas con cáncer al ovario.

La investigación confirma los mismos resultados anunciados en México, donde se comprobó que las mujeres esterilizadas tenían en doble de posibilidades de tener quistes al ovario en relación con las que no usan ningún tipo de contracepción.

La doctora Victoria L. Holt del Centro de Investigación de Cáncer Fred Hutchinson, junto con un grupo de colegas, estudió los resultados médicos de 392 mujeres de edad gestante –entre los 18 y 39 años– diagnosticadas en los últimos cuatro años con quistes al ovario de dos centímetros o más; comparándolas con 623 mujeres de la misma edad que no están diagnosticadas con quistes.

“Como la esterilización es el método de contracepción más común en Estados Unidos, esta asociación se encarga de las investigaciones más grandes que incluyen también a mujeres de 40 años o mayores, quienes son más propensas a tener estos problemas”, explicó la doctora.

Según Holt, el aumento de riesgo de quistes en el ovario en relación con las esterilizaciones “persistió y aumentó” cuando los investigadores evaluaron sólo a las mujeres con quistes de mayor tamaño o que hayan sido sometidas a alguna operación.

Una pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Por qué se guarda tanto silencio acerca de las esterilizaciones femeninas? Ya que desgraciadamente es una de las señales más preocupantes del rechazo a la vida.

La esterilización no sólo es utilizada en los países pobres, sino también en los ricos: En China, de cada 100 mujeres 34 se han hecho esterilizar. En Corea del Sur el 35%, en la Rep., Dominicana el 39%, en cambio en la India la esterilización masculina ha sido tan publicitada e impuesta que en ciertas zonas afecta al 79% de los varones.

Y aun en uno de los países ricos como el Canadá, tiene una taza de esterilización femenina del 31%; en los Estados Unidos, del 23%. Los países de cultura anglosajona, explican los sociólogos, se muestran más dispuestos al más definitivo de los contraceptivos: el ligamento de la trompas de Falopio o a la vasectomía, que por lo regular son casi irreversibles.

En el caso de Francia en los últimos años: 900 mil mujeres han sido esterilizadas por solicitud personal, 30 mil es el promedio de cada año. Tratándose de mujeres entre 20 y 49 años. De esto nos surge una pregunta: ¿Pero será justo seguir jugando con la vida?

La tasa mundial de esterilización femenina, es del 17% (según datos de la UNO), mientras que el masculino es del 5%.

Otra pregunta que nos salta a la mente es: ¿Qué impulsa a una mujer a decir: “Nunca más”? esto debido que en los últimos años la esterilización se ha vuelto el sistema de control de los nacimientos más difundido universalmente.

Esta es la pregunta que se hace, la escritora Marina Corradi, que pregunta ¿Qué lleva a la mujer a suprimir una parte de sí misma, una parte grande y con raíces profundas, como la capacidad de dar vida?. si duda debe ser un rechazo fuerte el que induce a querer estar absolutamente segura de que “nunca más” una vida nazca dentro de ella.

Las razones económicas no lo explican todo. Los hombres, las mujeres, tienen dentro sí instintos naturales. El cuerpo de una mujer conserva en sí ritmos constantes e iguales que la hacen capaz de la maternidad. Que luego tenga hijos o no, eso depende de su libre albedrío; pero el cuerpo femenino tiene esta potencialidad y no se puede negar.

El hacerlo deliberadamente para estar más libres para no tener fastidios, es ir contra la propia ley natural. Y por lo tanto, nos seguimos preguntando: ¿Por qué se da este “no irreversible” y casi rabioso “Nunca más”? sobre todo hay que pensarlo como un “no más grande” un “no a la vida”.

Porque, aunque ahora sean muchas, y no siempre pobres las mujeres, las que se hacen mutilar y con esto desafiando a Dios “que tanto ama a la vida”. un desafío comparable con el “Non serviam” de Satanás y también con el desafío que hicieron a Dios los hombres con la Torre de Babel.

Y con ello, no valoran el regalo que Dios Nuestro Señor ha hecho al hombre, o sea el ser co-partícipe y compañero en la procreación y en la difusión de la vida, para volver a crear cada día ese milagro que está encerrado en cada niño que nace.

“El hombre continúa M. Corradi, ya no logra percibirse como –misteriosamente otro- con respecto a las diferentes criaturas terrenas; él se considera como de los tantos seres vivientes.

Lamentablemente, tanto ha penetrado en el ser humano las ideologías marxistas y laicistas ateístas, que se considera un organismo que, cuando mucho, ha alcanzado un estadio o tiempo de muy elevada perfección. Encerrado en el estrecho horizonte de su ámbito físico, se reduce de algún modo a una cosa y ya no capta el carácter trascendente de su existir como hombre, sino como un simple animal.

Por lo mismo. Ya no considera a la vida como un don espléndido de Dios, una realidad sagrada confiada a su responsabilidad y a su amorosa custodia, y a su veneración.

Es por eso que la gran parte de los hombres de hoy que se han vuelto materialistas, egoístas e individualistas, hecho a imagen y semejanza de laicismo ateísta, la vida viene a ser simplemente una cosa que él reivindica como propiedad suya y exclusiva, totalmente dominable y manipulable.

Es por eso que se afana por programar, controlar, dominar el nacimiento y la muerte, incapaz de dejarse interrogar acerca del sentido más auténtico de su existencia, sin admitir siquiera que podrá pensar en ello un día, y eso parece la señal de un sentido perdido no sólo para los hijos que no vendrán.

Y que por cierto son muchísimos los que están naciendo. Siendo más 60 millones en el mundo por los abortos legalizados o clandestinos, y otros tantos por la planificación familiar, ya por medio de anticonceptivos (que en la práctica se ha comprobado que en la realidad no lo son, sino que son microabortivos) o por la mencionada esterilización femenina o masculina”.

No cabe duda que la base fundamental de la esterilización voluntaria es la “falsa libertad” pregonada por los medios educativos laicistas y medios de comunicación y las leyes relativistas e inicuas de los países liberales subyugados por la tiránica “Ideología de Género”.

La base y la causa de esta desatención, de este rechazo a la vida, se halla una idea falsa del hombre y de su libertad. El hombre se considera por sí mismo un ser absoluto que no depende de nadie, de ninguna ley proveniente desde afuera; de esta manera se siente el dueño y señor de la vida y de la muerte. Esta libertad por consiguiente, es una libertad total, radical, absoluta de la cual no se debe rendir cuentas a nadie fuera de sí mismo y de su conciencia.

Esta es la concepción de la Ideología de Género, o sea, una ideología marxista basada en el humanismo laicista ateísta, que hace del hombre el supremo y único amo, el juez inapelable de la vida y de la muerte.

En este clima y ambiente hablar de la caridad, solidaridad y la consideración de los demás ya no tiene sentido. De hecho, vivimos en una sociedad que supuestamente habla mucho de solidaridad, pero en realidad reniega de ella.

Porque cada uno en su fuero individual defiende sus derechos y sus libertades que para la mayoría de los hombres actuales son intocables y supremas. Y con todo esto se da luz verde para un relativismo total, como el que en estos días estamos viviendo.

El misterio grande e inefable de la vida y de su sentido no recibe respuesta sino al interior de la dimensión sagrada y trascendente del hombre, más allá de cualquier pretensión del laicismo inmanentista (que ve las cosas del solo techo hacia abajo).

La vida del hombre no puede recibir plenitud del sentido sino en Dios. Es por eso que, debemos de recordar que: Dios solamente es el Señor Supremo de todas las cosas, el Dueño de la vida y muerte, como dice el Deuteronomio: “Ved cómo yo soy el solo y único Dios, y cómo no hay otro fuera de mí. Yo mato y doy la vida; yo hiero y yo curo: no hay quien pueda librar a nadie de mi poder.” (Deut., XXXII, 39.)

Y en el libro de la Sabiduría: “Pues tú eres, oh Señor, el dueño de la vida y de la muerte, y tú nos conduces hasta las puertas de la muerte, y nos haces volver atrás de ellas. Un hombre bien puede matar a otro por malicia; pero salido que haya el espíritu, no puede hacerle volver, ni hará tornar el alma de allí donde ha sido recibida.” (Sab. XVI, 13, 14.)

Y San Pablo, también dice que el hombre depende esencialmente y en todo su ser de su Creador. “Ora, pues, vivamos, ora muramos, del Señor somos.” dice S. Pablo (Rom. XIV, 8.)

La vida viene a nuestro cuerpo con el alma. Ahora bien, ni nosotros mismos, ni otro ser humano es el autor de nuestra alma y de nuestra vida. Dios sólo puede crear el alma, y por consiguiente El sólo es el dueño de nuestra vida.

Sin embargo, esta verdad elemental es desdeñosamente rechazada por la mayoría de los Profesores de nuestras escuelas de gobierno que dicen: “No hay razón para hacer de la santidad de la vida una regla absoluta, universal, e imprescindible. Debemos permitir a cada cual que tenga su vida por suya, para conservarla o destruirla, según le convenga.” Como dice uno de principales propulsores de la eutanasia (Millard E. Everett, o. c. p. 24).

Más Dios no es únicamente nuestro Criador, sino también nuestro Último Fin y tiene el derecho de exigir que tendamos hacia Él, haciendo uso de los medios que Él nos ha suministrado. Nuestro período de vida y el de probación son medios que Él ha determinado, los cuales no estamos en libertad de abreviar o de eliminar.

Por lo tanto. Debemos recordar que, en mucho de los casos la esterilización y castración para no tener hijos está basada en un concepto erróneo de la vida; en un sistema según el cual el placer, y únicamente el placer, es la ley suprema y objeto de ella. Empero el fin del hombre sobre la tierra no es el placer, sino conocer, amar y servir a Dios para ser feliz con Él en la otra vida.

Ahora bien, el sufrimiento es una de las pruebas importantes en este mundo y que nos hace idóneos para labrar nuestro destino. Si no fuera por las pruebas y tribulaciones, muchos apenas se acordarían de la vida futura y de su fin verdadero.

Los padecimientos hacen recordar que no tenemos aquí una “ciudad permanente” sino que aspiramos a una que está por venir. Además, son los sufrimientos ocasión de ejercer las virtudes de paciencia, resignación, confianza y desprendimiento de los bienes temporales. Son un medio muy eficaz para purgar nuestras culpas y merecer la eterna bienaventuranza.

Es por eso que San Pablo nos dice: “Porque las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria.” (II Cor. IV, 17.) Y añade, también que los sufrimientos de este mundo no son para compararse con la gloria que nos está prometida. Seremos glorificados con Cristo solamente si padecemos con El. Sobrellevando las penas valerosamente se edificará a otros y les dará un ejemplo de fortaleza.

Por lo mismo. Es importante que consideremos lo que la Iglesia nos ha enseñado, en lo referente a la esterilización y a la castración y otros medios antinaturales para no tener hijos, en la Encíclica Casti Connubii, de Pío XI la cual nos instruye y además denuncia la maldad de los mismos:

“Hablaremos, en primer lugar, de la prole, que muchos se atreven a motejar de molesta carga del matrimonio y mandan evitar cuidadosamente a los cónyuges, no mediante una continencia honesta (permitida también en el matrimonio, previo consentimiento de ambos cónyuges), sino pervirtiendo el acto de la naturaleza.

Criminosa licencia, que se arrogan unos porque, hastiados de prole, tratan sólo de satisfacer sin cargas su voluptuosidad, y otros alegando que ni pueden guardar continencia ni admitir prole por dificultades propias, o de la madre, o de la hacienda familiar”. Casti connubii. Pío XI

Ahora bien, debemos Entender en general por esterilización la práctica de intervenciones y métodos terapéuticos encaminados a anular la capacidad de procrear y concebir.

Esta esterilización quirúrgica mutilante voluntaria y directa nacida de la decisión soberbia, egoísta que sale de la satánica expresión del “Nunca más” basada en la concepción materialista, consumista y hedonista que estamos viviendo y si ésta da y se produce sin verdadera necesidad o gravedad médica, representa una falta moral eugenésica, comparable a la castración y esta conlleva una excomunión Latae Sententiae decretada por el Papa Sixto V.

La Esterilización puede ser directa e indirecta.

La indirecta, es lícita, cuando no se persigue la provocación de la infecundidad (o sea, cuando no se quiere provocar no tener hijos), sino que se deriva por accidente o para prevenir un peligro mortal, como en los casos de tumores cancerosos en los genitales tanto del hombre como de la mujer u otros males que dañarán o pusieran en peligro verdaderamente la vida. (tiene que ser un verdadero peligro, debido a que en mucho de los casos los médicos y enfermeras, ya traen una consigna o presión de los gobiernos nacionales y de organismos internacionales para disminuir la población mundial).

Como decíamos anteriormente: La esterilización directa es ilícita y pecaminosa y conlleva excomunión latae sententiae, la razón principal de la ilicitud radica en su carácter de mutilación grave y atenta directamente contra la ley natural, por eso la condenan los cánones 985 n. 5; con las debidas penas, por el C. 2354 CIC de 1917.

Han sido también numerosos los concilios y los papas que han pronunciado el fallo condenatorio moral de la Esterilización directa, que es equiparada a la castración, así como lo mencionamos anteriormente por el Papa Sixto V, en la constitución Cum frequenter, la reprueba, sobre todo, desde el punto vista del derecho canónico. La esterilización equiparada con la castración fue conminada con la excomunión latae sententiae, entre otras penas, y llevaba y acarreaba la irregularidad.

Aunque El CIC no sanciona expresamente la esterilización ni la castración, como efectos canónicos se considera:

El Canon 985 n. 5 dice: son irregulares por delito: Los que se mutilaron a sí mismos o a otros o intentaron quitarse la vida.

El Canon 2354 n. 1 dice: Al seglar que hubiere sido legítimamente condenado por el delito de homicidio, de rapto de impúberes de uno y otro sexo, de venta de una persona para esclava o par otro fin malo, de usura, de robo, de hurto cualificado o no cualificado en materia de gran importancia, de incendio o destrucción de cosas hechas con malicia y en cantidad muy considerable, de mutilación o de violencia graves, se ha de considerar excluido por el derecho mismo de los actos legítimos eclesiásticos y de cualquier cargo que pueda tener en la Iglesia, quedando en pie la obligación de reparar los daños.

Las penas que se emplean en la propia mutilación son las mismas por las que se prohíbe el suicidio –a saber, la falta de dominio que el hombre tiene sobre su propia vida- es muy semejante a la que prohíbe la propia mutilación, ya que el hombre no puede disponer de sus miembros corporales sino par los usos determinados por Dios a través de la propia naturaleza.

Las penas para los suicidas son: irregulares, C. 985, n. 5; se les debe negar la sepultura eclesiástica, C. 1240 n. 1 y 3; c. 1241, 2239; y otra penas, 2350, n. 2 el cual dice: Los que atentan contra la vida, si de hecho se ha seguido la muerte, deben ser privados de sepultura eclesiástica al tenor del c. 1240, 1 y 3; y si no se ha seguido, debe apartárseles de actos legítimos eclesiásticos, y, si son clérigos, debe suspendérseles por el tiempo que determine el Ordinario (obispo del lugar) y removérseles de los beneficios u oficios que tienen aneja cura de almas en el fuero interno o en el externo.

El Catecismo de la Iglesia modernista Postconciliar establece claramente que «exceptuados los casos de prescripciones médicas de orden estrictamente terapéutico, las amputaciones, mutilaciones o esterilizaciones directamente voluntarias de personas inocentes son contrarias a la ley moral» (CIC 2297) y «la regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente reprobables (p.e. la esterilización directa)» (CIC 2399).

La encíclica Casti connubii declara, con referencia especial a la esterilización directa, no debe lesionarse el cuerpo. Por lo cual no tiene derecho el hombre a disponer de sus miembros sino para servirse a su natural objeto; y por consiguiente no puede destruirlos, ni incapacitarlos para el desempeño de sus funciones naturales, a menos que así lo requiera el bien del organismo entero.

La ilicitud moral de la esterilización se deduce asimismo de otra consideración. Por ser su objeto de suprimir las consecuencias del trato sexual (o sea la búsqueda hedonista del placer por el placer, sin consecuencia de tener hijos), con esta intervención se ataca el sentido de la vida social. Esto significa una conmoción de los fundamentos morales de la vida colectiva humana.

Finalmente, con tales injerencias en la naturaleza, se arroga el hombre un derecho de dominio absoluto que no le corresponde: el de disponer incluso de la existencia de la cosa destruida, lo cual constituye una rebelión contra el orden vital divino (es como si lanzara el grito luciferino non serviam, contra Dios, el “no serviré”) el hombre olvida los límites trazados a su condición de criatura, olvida que no es el señor de la vida y de la muerte.

Por último sin duda, la moral católica requiere heroísmo, sin el cual no puede entrarse en el único camino de salvación, el retorno a los pensamientos de Dios. Para seguir por esta ruta hasta el final se necesita más que un simple heroísmo: hace falta la gracia. Pero quien sólo cuente con los hechos naturales, olvidando que la naturaleza caída no puede librarse por su propio esfuerzo del pecado, quien no reconozca la gracia, encontrará estos problemas absolutamente insolubles.

Sólo es posible resolverlos aceptando una postura auténticamente cristiana, que considera los hechos naturales en su integridad y tiene además en cuenta los sobrenaturales.

Para la elaboración de este escrito, se tomaron los textos del CIC del 1917, y el posconciliar del 1983; la Teología para Seglares de Royo Marín; el Compendio de Medicina Pastoral del Dr. Albert Niedermeyer; el libro El desafío de la Bioética de Carlo Fiore; y en parte algo del Blog la guerra contra la población.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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