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La piedad farisaica y la verdadera y sólida piedad cristiana

“Si nuestra justicia no es mayor que las de los fariseos, no entraréis al reino de los Cielos” (Mt., V, 20).

Por: Miguel Fierro Serna 14 Julio 2017 10 27

Esta sentencia se lee al principio del quinto domingo de Pentecostés, misma que es terrible para los fariseos; y a la vez, es una lección espantosa para ciertos cristianos que se les asemejan.

I. Cuál era la justicia y piedad de los fariseos.

Su justicia, es decir su virtud, su piedad su religión, era:

1.- Del todo exterior, superficial; cumplían por fuera ciertas prescripciones de la ley, por ejemplo, asistían al templo, oraban, hacían algunas limosnas; aparentaban cumplir con la ley, pero, en el fondo, obraban contra su espíritu, deshonrándola, transgrediéndola.

2.- Mentirosa y minuciosa; se apegaba a ciertas prácticas ligeras, hacían algunas obras de supererogación, pero descuidaban lo esencial, interpretaban la ley a su capricho, según sus intereses y sus pasiones.

3.- Orgullosa e hipócrita; ya que obraban en todo por vanidad y ostentación, para pasar por virtuosos y captar las alabanzas y la estimación de los hombres, o sea, como dice en San Mateo XXIII, 5: “Todas las obras las hacían para que los vieran los hombres”.

II. ¿Habrá cristianos infectados de la lepra farisaica?

Dios no lo quiera, pero no sería cosa de maravillar. Porque:

a) Es justicia o piedad farisaica, por Cristo desenmascarada, rezar largas oraciones, tomar parte en las prácticas religiosas no obligatorias, hacer peregrinaciones, novenas, inscribirse en las asociaciones piadosas, y a la vez dañar la fama del prójimo, sembrar discordia entre los hermanos, oprimirlos con usuras, sostener conversaciones obscenas, mancharse con feas relaciones, negar un pedazo de pan a un pobre hambriento.

b) Huele a justicia o piedad farisaica la conducta de aquellos cristianos que creen que es falta omitir el rosario, la misa en día no festivo, la visita al Santísimo Sacramento, y después, en casa, tiranizan a la esposa o esposo, a los hijos, a las hermanas y a los empleados.

c) Es importante recordad: todas las prácticas religiosas, aun las más excelentes, y los mismos sacramentos, no tienen razón de fin, sino de medio, y, por consiguiente, puede muy bien ocurrir que una persona abunde y sobreabunde en estas cosas y ande escaso de virtud, y, al contrario, que otra abunde en virtud y escuetamente haga lo necesario en cuanto a las prácticas religiosas y el uso de los sacramentos.

Por lo tanto, procuremos, adquirir la piedad y virtud verdadera y sólida que se alimenta de sacrificios y obras de caridad, así como dice Mons. Bonomelli en sus Homilías; o sea la que Cristo quiere en sus seguidores, porque ésta nos abrirá las puertas del cielo.

III. Cristianos peores que los fariseos.

Lamentablemente, si los hay:

a) Al menos éstos iban al templo, oraban, por orgullo, es verdad, y sin mérito delante de Dios; pero, en definitiva, edificaban al pueblo. Por el contrario, ¡cuántos cristianos viven como paganos, pasando meses y años sin orar, sin hacer acto alguno de religión.

b) Ellos observaban el sábado; pero estos cristianos parecen ignorar los domingos y los días festivos, trabajan, juegan y pecan más todavía que en los demás días.

c) Los fariseos ayunaban y daban limosna. Pero muchos cristianos ya no saben lo que es el ayuno ni la abstinencia, jamás dan limosna, ni la los pobres, ni a la Iglesia, ni a otras buenas obras.

A todos estos malos cristianos. Jesucristo lanza esta terrible sentencia: “Si nuestra justicia no es mayor que las de los fariseos, no entraréis al reino de los Cielos”

IV. La Verdadera y sólida piedad cristiana.

La justicia y piedad que Cristo siempre nos pide y exige.

1.- No consiste en las mortificaciones, en las penitencias, en las largas oraciones, en la multiplicidad de las prácticas devotas, en la confesión semanal, en la comunión diaria.

Todo esto no es más que la vestidura y la corteza de la piedad, pero no el cuerpo ni el meollo. Todo esto pueden ser derivaciones de la piedad, el alimento de la piedad, pero no la piedad misma, como el arroyo y no la fuente de la cual nace, ni el aceite es la llama que alimenta.

2.- La piedad verdadera es como la definió Mons. Landriot: Como un sentimiento íntimo de amor, un movimiento del alma, que nos lleva resueltamente hacia Dios y nos da una gran facilidad para cumplir con gozo y con prontitud nuestros deberes.

Ya que la piedad es un deber, porque es deber la diligencia y la prontitud en la práctica de la ley de Dios y en la observancia de las obligaciones del propio estado.

La piedad no es una virtud tan sólo para los religiosos, sino una virtud para todos, aun para los que viven en el mundo.

3.- Por lo tanto. La verdadera piedad es:

a) Prudente, es decir, sabe dejar a Dios por Dios.

b) Contenta, porque en todo reconoce la disposición y la permisión de Dios, y todo lo recibe de su mano.

c) Alegre y serena, porque vive unida con Dios, que es la fuente de la paz y de la consolación; porque sirve a Dios, que quiere ser servido con alegría.

d) Humilde; no tiene la comezón de hacer cosas grandes y aparatosas, que, a veces, sólo son alimento de una secreta vanidad, sino que se complace en las virtudes escondidas, en la obras sencillas y humildes.

e) Discreta; pone en práctica la advertencia de San Felipe Neri: “No nos carguemos de muchas devociones; practiquemos pocas y perseveremos en ellas”.

f) Flexible; la persona piadosa es de conciencia delicada, pero se guarda de los escrúpulos, sobre todo de los escrúpulos, que son el veneno de la piedad. La persona piadosa no gusta del bullicio y del ruido, pero no se desdeña de la conveniencias sociales.

g) Tranquila, es decir, no se perturba ni se inquieta por las faltas en que cae. No hay que romper las cuerdas ni arrojar el arpa cuando se produce un desacorde: es necesario aguzar o afinar el oído para ver dónde viene el percance y apretar suavemente la cuerda o aflojarla, según el arte lo requiera.

h) Benigna, cortés: que sabe compadecerse de los defectos y de las flaquezas del prójimo. Por lo tanto esta debe ser rígida para consigo, y amplia en cuanto se pueda con los demás.

Esto lo dice San Pedro en segunda carta: “En la piedad fraternidad, y en la fraternidad caridad” (II, Ped., I, 7).

Mons. Ségur define muy justamente la piedad, como: “El amor filial de Dios y el amor fraterno de los hombres”.

4.- San Pablo declaró: “La piedad es útil para todo; tiene la promesa de los bienes de la vida presente y de la futura” (I Tim., IV, 8).

Es útil para todo, porque todo lo alienta con su sonrisa. Tiene la promesa de los bienes de la vida presente, porque la felicidad de que se puede gozar aquí abajo es efecto de ella. Y tiene la promesa de los bienes de la vida futura, porque a ella está reservada la bienaventuranza celestial.

5.- Es útil a sí misma, es decir, a quien la práctica, porque ilumina la mente y ennoblece el corazón, como dice Mons. Landriot: “Es el deber cumplido por amor, y el amor hace de la virtud una dulce, fácil y amable obligación”.

Es útil a los demás, porque hace amable la devoción, el servicio de Dios y la virtud; esto es lo que debe hacer el piadoso cristiano.

¡Cuánta diferencia de aquella virtud que ostentaban los fariseos!

Para concluir, es importante aclarar que no se esta en contra, de la pertenencia a determinadas asociaciones pías, o al rezo de muchos rosarios, o a la asistencia seguida a la Santa Misa, sino que se pide que todos estos actos se hagan bien, y que también no sea han ocasión de mal cumplimiento de los otros deberes de estado.

Por último, cuando cumplimos una bien hecha práctica religiosa, adquirimos nuevos méritos ante Dios y un grado más de gloria en el cielo.

Gran parte de este escrito esta tomado del libro “Archivo Homilético” de J. Thiriet- P. Pezzali.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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